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LOS ZAGALES DEL PADRE VILCHEZ CON EL TEMA: "OSADIA"
sábado, 23 de octubre de 2010
HACE 21 AÑOS SE MARCHO BERNARDO BRACHO
11:59:00 a. m. |
Publicado por
Añoranza Gaitera
Bernardo Bracho nacio el 27 de Julio de 1925 en Punta iguana. Trabajo como obrero de limpieza en la Creole. Se mudo para Cabimas y se caso con Andrea Dawidson. Tuvo ocho hijos, todos musicos. Bernardo Albenis, Elena Ines, Enrrique Benito, Marlon Alan, Sorena, Rubia Margarita, Gustavo Jesus y Cesar Augusto.
Se liga a la gaita cuando conoce a su amigo y posterior compadre, el compositor "Chinco" Rodríguez.
Cuando salia de Creole, se iba con "Chinco" a las enramadas de Punta Icotea, el bar de Ovidio, o algunas casas de Ambrosio, donde se formaban algarabias debido a la improvisación al gaitear, cuando pasaban pañuelos a quien le tocaba liderar el canto.
"Chinco" no sabia leer ni escribir y Bernardo le transcribia sus composiciones, y cuando aprendió
a hacerlo, a Bernardo le quedo el gustico de la composición.
Entre versos y caña, empezo a llegar a deshoras a su casa.
LLegaban abrazados y tocaban la puerta de la casa, y "Chinco" decia:
"Abrí la puerta Andrea,
sin despertar a los muchachos,
que aqui te traje a tu Bracho,
con una solemne pea."
La pasión por cantar lo condujo a renunciar a la industria tras 10 años de labor. Ingresó a las filas de la agrupación que hoy es Patrimonio Folclórico Musical del Zulia y Cultural de Cabimas: Barrio Obrero. Ambos se necesitaban. Ellos impulsarían el grupo con la danza Así es Maracaibo, compuesta por “Chinco” y cantada por Bernardo, entre otras musas, mientras el comenzaría a ganar popularidad.
En su texto Historia de la Gaita, el escritor y compañero de tarima Ramón Herrera, destaca: “Barrio Obrero lo conoció en un concurso de gaitas de Radio Cabimas. Bracho formaba parte del grupo Ambrosio, semilla de lo que hoy se conoce como Gran Coquivacoa, e inmediatamente lo enfiló como charrasquero”. La gaitera Lula Silva tenía 13 años cuando Bernardo llegó al conjunto.
“Impactó por su forma de cantar. Era muy expresivo, casi indomable. Costaba que mantuviera una disciplina. A veces se aparecía con el uniforme que no era y no se cambiaba. Fue un gran integrante que encendía las tarimas”. Muchos fueron los triunfos que cosechó con ellos, a lo largo de 28 años. Pero luego tomó la decisión de irse a otra agrupación, Los Compadres del Éxito, con quienes gaiteó hasta que expiró.
Característico
Sancochero, bebedor, fiel, carismático y con poco fundamento para vivir: así era Bernardo. “Yo reconozco que papá no tuvo fundamento para algunas cosas, pero fue un gran hombre”, resume con melancolía su hijo mayor. Sus allegados lo recuerdan como una persona que no tenía apego por los bienes materiales. “Si ganaba tres lochas, tres lochas gastaba”, dice su comadre Lula.
Cuando hacía un sancocho, lo probaba mucho. Mencionan que una vez, de tanto hacerlo, se le cayó la plancha en la sopa.
De sus anécdotas más jocosas, destaca el día que llegó a cantar en casa de una familia zuliana adinerada. Al ver el techo tan alto exclamó: “¡Oh! Y nos va a caer un tuqueque...”
También sus compañeros gaiteros traen a la memoria cuando llegó a cantar a una fiesta de Lagoven. Sin prestarle atención a las miradas de los altos gerentes, sirvió en su plato tanta comida que después tuvo que dormirse recostando su cabeza en la mesa. Dijo: “La comida es para comer, no de adorno”.
El precio
“Para él la gaita fue su vida, pero para mí, la gaita fue una lidia. No sé si sea fuerte decirlo, pero... a lo mejor una equivocación que tuve que apoyar para hacerlo feliz. A mí no me faltaba nada cuando trabajó en la Creole, pero cuando dejó el trabajo para gaitear, vino una gran escasez. Yo tuve que ponerme a vender comida y a coser. Teníamos ocho muchachos que mantener y eso no daba dinero. Por medio de un doctor hice un curso de laboratorista y de eso vivo hoy, ¡menos mal! No he visto ni un centavo de las regalías por su obra. Solamente Fundagraez me da una ayuda mensual”.
Ser la esposa de uno de los patrimonios culturales de Cabimas no le dejó siquiera una casa propia. “Vivíamos como los bachacos: con los corotos en la cabeza porque siempre estábamos en viviendas de alquiler. Se murió sin tener un techo. En la prensa salió una publicación acerca de que nos regalaron un terreno, pero eso fue mentira”.
Para subsistir, Bernardo tuvo que trabajar como músico en la Casa de la Cultura, después inspector de obras en el Ince, vendió pescado en su vieja camioneta que colocaba en la esquina del estadio Venoil, y hasta vendía algunos discos de gaita para obtener alguna ganancia. De todo un poco para vivir ‘alcanzado’, pero gaiteando.
Despedida
Una aneurisma que comenzó a molestarlo en el 85 fue el aviso de que su existencia se estaba agotando. A sus 64 años —el 21 de octubre de 1989— un infarto no le daría más oportunidad de cantar.
Se encontraba grabando en Radio Libertad una gaita a Luis Hómez. En la consola sólo se escuchó un quejido. El apuro condujo a quienes estaban presentes a llevarlo a una clínica privada cabimense.
Había que depositar 30.000 bolívares, pero no los tenía y no lo atendieron.
Lo llevaron al Hospital Universitario de Maracaibo. Mientras llegaban los médicos que conocían su caso, se fue con Dios.
“Papá murió pelando, pero feliz. Él era un músico y a eso se dedicó”. apunta Bernardito.
Renato Aguirre, presidente de Fundagraez, menciona su aporte valioso: “Fue la columna cultural de Barrio Obrero y de la gaita zuliana”.
La despedida de Bernardo fue multitudinaria. La Casa de la Cultura de Cabimas se quedó pequeña. Ríos de gente lo visitaron.
Vecinos del sector recuerdan que por la cantidad de personas, parecía una fiesta de San Benito.
En su féretro, los gaiteros colocaban sus uniformes. La manera más sublime que encontraron para decirle lo valioso que fue.
Marielys Zambrano Lozada
Tomado de:Cronicas de Cabimas
Se liga a la gaita cuando conoce a su amigo y posterior compadre, el compositor "Chinco" Rodríguez.
Cuando salia de Creole, se iba con "Chinco" a las enramadas de Punta Icotea, el bar de Ovidio, o algunas casas de Ambrosio, donde se formaban algarabias debido a la improvisación al gaitear, cuando pasaban pañuelos a quien le tocaba liderar el canto.
"Chinco" no sabia leer ni escribir y Bernardo le transcribia sus composiciones, y cuando aprendió
a hacerlo, a Bernardo le quedo el gustico de la composición.
Entre versos y caña, empezo a llegar a deshoras a su casa.
LLegaban abrazados y tocaban la puerta de la casa, y "Chinco" decia:
"Abrí la puerta Andrea,
sin despertar a los muchachos,
que aqui te traje a tu Bracho,
con una solemne pea."
La pasión por cantar lo condujo a renunciar a la industria tras 10 años de labor. Ingresó a las filas de la agrupación que hoy es Patrimonio Folclórico Musical del Zulia y Cultural de Cabimas: Barrio Obrero. Ambos se necesitaban. Ellos impulsarían el grupo con la danza Así es Maracaibo, compuesta por “Chinco” y cantada por Bernardo, entre otras musas, mientras el comenzaría a ganar popularidad.
En su texto Historia de la Gaita, el escritor y compañero de tarima Ramón Herrera, destaca: “Barrio Obrero lo conoció en un concurso de gaitas de Radio Cabimas. Bracho formaba parte del grupo Ambrosio, semilla de lo que hoy se conoce como Gran Coquivacoa, e inmediatamente lo enfiló como charrasquero”. La gaitera Lula Silva tenía 13 años cuando Bernardo llegó al conjunto.
“Impactó por su forma de cantar. Era muy expresivo, casi indomable. Costaba que mantuviera una disciplina. A veces se aparecía con el uniforme que no era y no se cambiaba. Fue un gran integrante que encendía las tarimas”. Muchos fueron los triunfos que cosechó con ellos, a lo largo de 28 años. Pero luego tomó la decisión de irse a otra agrupación, Los Compadres del Éxito, con quienes gaiteó hasta que expiró.
Característico
Sancochero, bebedor, fiel, carismático y con poco fundamento para vivir: así era Bernardo. “Yo reconozco que papá no tuvo fundamento para algunas cosas, pero fue un gran hombre”, resume con melancolía su hijo mayor. Sus allegados lo recuerdan como una persona que no tenía apego por los bienes materiales. “Si ganaba tres lochas, tres lochas gastaba”, dice su comadre Lula.
Cuando hacía un sancocho, lo probaba mucho. Mencionan que una vez, de tanto hacerlo, se le cayó la plancha en la sopa.
De sus anécdotas más jocosas, destaca el día que llegó a cantar en casa de una familia zuliana adinerada. Al ver el techo tan alto exclamó: “¡Oh! Y nos va a caer un tuqueque...”
También sus compañeros gaiteros traen a la memoria cuando llegó a cantar a una fiesta de Lagoven. Sin prestarle atención a las miradas de los altos gerentes, sirvió en su plato tanta comida que después tuvo que dormirse recostando su cabeza en la mesa. Dijo: “La comida es para comer, no de adorno”.
El precio
“Para él la gaita fue su vida, pero para mí, la gaita fue una lidia. No sé si sea fuerte decirlo, pero... a lo mejor una equivocación que tuve que apoyar para hacerlo feliz. A mí no me faltaba nada cuando trabajó en la Creole, pero cuando dejó el trabajo para gaitear, vino una gran escasez. Yo tuve que ponerme a vender comida y a coser. Teníamos ocho muchachos que mantener y eso no daba dinero. Por medio de un doctor hice un curso de laboratorista y de eso vivo hoy, ¡menos mal! No he visto ni un centavo de las regalías por su obra. Solamente Fundagraez me da una ayuda mensual”.
Ser la esposa de uno de los patrimonios culturales de Cabimas no le dejó siquiera una casa propia. “Vivíamos como los bachacos: con los corotos en la cabeza porque siempre estábamos en viviendas de alquiler. Se murió sin tener un techo. En la prensa salió una publicación acerca de que nos regalaron un terreno, pero eso fue mentira”.
Para subsistir, Bernardo tuvo que trabajar como músico en la Casa de la Cultura, después inspector de obras en el Ince, vendió pescado en su vieja camioneta que colocaba en la esquina del estadio Venoil, y hasta vendía algunos discos de gaita para obtener alguna ganancia. De todo un poco para vivir ‘alcanzado’, pero gaiteando.
Despedida
Una aneurisma que comenzó a molestarlo en el 85 fue el aviso de que su existencia se estaba agotando. A sus 64 años —el 21 de octubre de 1989— un infarto no le daría más oportunidad de cantar.
Se encontraba grabando en Radio Libertad una gaita a Luis Hómez. En la consola sólo se escuchó un quejido. El apuro condujo a quienes estaban presentes a llevarlo a una clínica privada cabimense.
Había que depositar 30.000 bolívares, pero no los tenía y no lo atendieron.
Lo llevaron al Hospital Universitario de Maracaibo. Mientras llegaban los médicos que conocían su caso, se fue con Dios.
“Papá murió pelando, pero feliz. Él era un músico y a eso se dedicó”. apunta Bernardito.
Renato Aguirre, presidente de Fundagraez, menciona su aporte valioso: “Fue la columna cultural de Barrio Obrero y de la gaita zuliana”.
La despedida de Bernardo fue multitudinaria. La Casa de la Cultura de Cabimas se quedó pequeña. Ríos de gente lo visitaron.
Vecinos del sector recuerdan que por la cantidad de personas, parecía una fiesta de San Benito.
En su féretro, los gaiteros colocaban sus uniformes. La manera más sublime que encontraron para decirle lo valioso que fue.
Marielys Zambrano Lozada
Tomado de:Cronicas de Cabimas
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